miércoles, 9 de marzo de 2011

Editorial nº 60 marzo de 2011: No hemos entendido nada (y 2)

Nº 60 MARZO 2011

Aunque lo pudiera parecer, ni se nos coló un texto falso en el pasado número de la revista ni nos hemos vuelto locos dejándonos llevar por la escritura automática de los surrealistas. Han sido bastantes las llamadas y correos electrónicos que hemos recibido referidos al editorial que abría nuestro ejemplar correspondiente al mes de febrero, pero tenemos que retrotraernos un número más allá, al mes de enero, para explicarnos.
En el número 58, en resumen y tal y como habían entendido (correctamente) bastantes de nuestros lectores, veníamos a decir que por mucho que lo políticamente correcto sea criticar los modelos empresariales de Focus y Pentación como ejemplos de una visión exclusivamente mercantilista del teatro, alejada del “excelso” papel cultural que debería tener el teatro, la realidad demuestra que, cuando hay elecciones en nuestro ámbito profesional, son ellos los elegidos por el sector para regir los destinos de las principales asociaciones teatrales del país.
Es cierto que no se trata de las únicas asociaciones existentes, pero las otras son más pequeñas y débiles (ni mejores, ni peores) y el hecho de que cada cual se integre en una asociación a su medida no hace sino debilitarnos a todos.
Pues bien, una vez más, hemos escuchado voces que se refieren a nuestro editorial de enero como una defensa a ultranza de los grandes empresarios del sector e, incluso, nos han acusado de “lamerles la mano (o lo otro)”. Está claro que hay quienes en cuanto ven escritos los nombres de Focus y Pentación se obcecan y sólo quieren entender su propia interpretación de lo que leen y no lo que realmente significa: la petición de que nos olvidemos de los reinos de taifas y tengamos el valor de pelear desde dentro por cambiar las cosas. Que no hacen falta más asociaciones, sino menos.
Somos un sector pequeño, tan pequeño como el pueblo de Madarcos, en el que si el día antes de las elecciones municipales se empadronaran los invitados a una boda podrían hacer alcalde al padrino y concejala de cultura a la novia. Y tanta división, la que siempre hemos criticado (eso sí lo hemos criticado siempre y es la razón, también, de nuestra ambición por que se cree una Academia de las Artes Escénicas), lo único que hace es empequeñecernos aún más. Ni Focus ni Pentación necesitan que una minieditorial como la nuestra les “defienda”. Ni, mucho menos, pedimos una Academia creada con dinero público; al contrario: la queremos privada, que se sustente con pequeñas cuotas de todos los que libre y voluntariamente quisieran participar y que, ¡ojalá!, fueramos todos: el censo sumaría varios miles. Actores, figurinistas, escenógrafos, técnicos de luces, productores, distribuidores, programadores…, ¡hasta los periodistas especializados! Que entre todos pongan al frente a un gestor de consenso, alguien liberado de otros compromisos, pero de reconocida valía profesional, que sea capaz de pelear en todos los frentes por los intereses comunes del SECTOR en pleno, ya sea ante el Ministerio de Cultura, la FEMP, o cualesquier otro ámbito que reclame su presencia. Alguien que pueda pelear por lo IMPORTANTE mientras los demás ocupan todas las horas del día en rentabilizar su trabajo.
Mientras, nuestra reconversión industrial sigue adelante sin que podamos o sepamos hacer nada para adecuarnos a ella. En las actuales circunstancias huelga el discurso del compromiso político con la cultura: con un número cada vez mayor de ayuntamientos quebrados, realizando ERES y sin pagar los recibos de luz y agua, ¿cómo podemos esperar que destinen sus inexistentes euros a contratar nuestro espectáculo? Cuando ha costado un mundo conseguir que el Parlamento aprobara la descafeinada Ley Sinde, que reclama en pleno TODO el sector del cine y la música juntos, ¿dónde vamos nosotros con nuestras pequeñas miserias respectivas?
Nuestro discurso es breve y reiterativo, pero nos sorprende que tantas veces sea malinterpretado. En las actuales circunstancias abogamos por la profesionalización del sector y la unión de asociaciones (que se sustente sobre la votación democrática) y empresas; la creación de centrales de compras que sirva para reducir costos (de material de escenografía, vestuario, imprenta o, incluso, de asesoría fiscal, laboral y contable); abogamos por la imaginación a la hora de generar ingresos atípicos. Y, sobre todo, en unas aguas tan revueltas como las actuales, abogamos por generar propuestas independientes de los dineros públicos: búsqueda de patrocinios y nuevos clientes y espacios donde desarrollar espectáculos.
Estamos hablando de la supervivencia aunque, efectivamente, cada cual puede hacer las cosas como su experiencia le dé a entender. Es la forma de vida de cada quien lo que está en juego. Sólo eso.

Jesús Rodríguez
Editor

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