Fue estupenda la foto: Trinidad Jiménez y Ángeles González-Sinde posando juntas en el Instituto Cervantes el pasado 6 de abril. Titulaba El País: “Una sola voz hacia el mundo”. El encuentro tenía como objetivo mostrar el Plan Nacional de Acción Cultural Exterior, con el que se pretende unificar la acción cultural española en el extranjero de los dos ministerios. Lo que quería hacer César Antonio Molina y encontró la oposición de Moratinos, el ministro de aspecto bonachón/tontorrón y comportamiento despótico y colérico.
Bueno, pues lo que parecía algo maravilloso se veía enseguida que no tenía nada de sustancia, que todo formaba parte del último capítulo de aquel divertido libro de Woody Allen titulado “Cómo acabar de una vez por todas con la cultura”. Sólo que este último capítulo, dictado por Rodríguez Zapatero, no tiene puñetera la gracia.
Después de recordar que “la cultura nos aporta una herramienta fundamental para proyectar la imagen de un país moderno, dinámico, diverso y plural” y hablar del potencial económico del sector (800.000 empleos, el 4% del PIB) y más bla, bla, bla , las ministras tuvieron que admitir que el plan no tiene dotación económica pero contempla la creación de un consejo asesor y un foro consultivo. O sea, que es como el plan que hemos organizado en EL ESPECTACULO TEATRAL para salvar el mundo…
El plan para acabar con la cultura tiene su continuación en esa convocatoria de subvenciones, presentada el miércoles santo, instantes antes de que comience uno de los éxodos vacacionales más importantes y largos del año y poco antes de que llegue otro puente festivo, el del 2 de mayo, que ésta vez no afecta sólo a la Comunidad de Madrid –donde se da la casualidad de que se encuentra uno de los mayores porcentajes de empresas teatrales del país– sino a más comunidades que han trasladado al lunes la festividad del Día Internacional del Trabajo. No pasaría nada, si no fuera porque el plazo para presentar la documentación es de apenas veinte días…
A todo esto se añade el drástico recorte presupuestario para la Acción Cultural Española decidido por el Gobierno dentro de su plan de austeridad.
Como ciudadano que paga sus impuestos (muchas veces con recargos que parecen usura) y sus multas de tráfico por circular a 90 km/h en el comienzo de la N-V empiezo a estar más que harto de que los recortes siempre sean para cosas importantes para nuestro sector. Sin embargo, para mandar tropas a Afganistán o prorrogar hasta tres meses lo que iba a ser una misión de “apenas” treinta días en Libia sí hay dinero. O para salvar Cajas de Ahorros que han ayudado a financiar obras públicas tan necesarias como los aeropuertos de Ciudad Real o Castellón…
Me siento como Mourinho ante la UEFA: si digo realmente todo lo que pienso del Gobierno, de la oposición, de los eurodiputados, de los políticos que nos manejan en comunidades autónomas y ayuntamientos, en los términos en que lo querría hacer y con la violencia que querría emplear sé que sería encarcelado inmediatamente y enviado a Guantánamo. Como la famosa pataleta de Arturo Pérez Reverte, lo que me brota desde hace tiempo es bilis y una indisimulada mala leche. Pero urge que alguien, con más inteligencia, dominio de sí mismo y capacidad de gestión empiece a hacer algo en nombre de todo el sector.
Jesús Rodríguez Lenin
Editor
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