Nº 56 Noviembre 2010 |
No creo que sean sólo imaginaciones mías. Tengo la impresión de que esta vez, más que en ocasiones anteriores, los profesionales del mundo de las artes escénicas esperan “algo” de Mercartes. “Algo” quiere decir más de lo que se puede esperar de una feria comercial. Hacer más o menos negocio depende de muchos factores, pero es el objetivo fundamental de un encuentro de estas características, aunque esta edición cuenta con otro valor añadido: hay un interés inusual por encontrarse, por comentar “la jugada” (es decir, cómo nos va a cada cual en esta crisis). No es que el mal de muchos sea el consuelo de todos los tontos que estamos hasta la cintura (o hasta el cuello) en arenas movedizas, es que hay interés real por encontrarnos y compartir puntos de vista.
Ya ha pasado tiempo suficiente para que unos y otros hayamos tomado (a la fuerza, eso sí) las medidas que creemos oportunas para sobrevivir a lo que se nos avecina. Ahora tenemos la oportunidad de hablar, discutir, sopesar la tormenta de ideas que ha surgido en cada rincón de nuestra geografía. La competencia queda a un lado: salvo casos muy concretos lo que nos estamos repartiendo es penuria. Nadie ha encontrado soluciones mágicas, así que nadie tiene nada que guardar como si fuera el “tesoro” del Señor de los Anillos. Lo que sí hay es una sensación común de que de esta sólo podemos salir si permanecemos más unidos que nunca.
En estas mismas páginas incluimos el segundo debate a dos propiciado por EL ESPECTÁCULO TEATRAL y los “contendientes” de este nuevo encuentro coinciden en la necesidad de que sea una Academia de las Artes Escénicas la que aglutine en torno a sí la fuerza que cada asociación pueda proporcionar. Es indudable que este asunto será uno de los temas estrella de los corrillos que se puedan celebrar.
Que 2011 vaya a ser año electoral no va a suponer, al contrario de lo que solía suceder, ningún tipo de aumento de la contratación municipal. Estamos inmersos en plena “reconversión industrial” y asistimos estupefactos a lo que sucede en nuestro entorno geográfico: un gobierno francés que hace oídos sordos a las huelgas y protestas de la sociedad y un nuevo gobierno británico que no sólo recorta presupuestos sino que amenaza con despidos masivos (450.000 trabajadores) en la función pública… Aquí, el gobierno ha hecho olvidar la huelga general del 29-S con un golpe de efecto realmente eficaz: la remodelación de ministerios. Así, mantiene inalterables los planes que movilizaron a los sindicatos para organizar una huelga. Nuestra sociedad civil está dormida, pero es que ni una sociedad despierta (así lo parece la francesa, por su capacidad de movilización) es capaz de hacer recordar a los gobernantes que no son ellos los dueños del latifundio, sino nuestros aparceros.
No sé que pasará en diez años, pero lo seguro es que los próximos dos o tres vamos a ver cómo las arcas municipales se mantienen secas. Algunas de las soluciones pasan por la fusión de empresas. La más factible para todos consiste en abrir vías de ingresos atípicos: anticipándome a un próximo reportaje que aparecerá en estas páginas en enero, al haber vivido desde abril a mediados de octubre en Londres, en la capital británica he podido comprobar cómo tanto los teatros públicos como los privados (incluidos templos como el Barbican, el Royal Albert Hall, el National Theatre o el Sadler’s Wells) valoran y miman sus cafeterías/restaurantes y tiendas de merchandising, mientras que aquí seguimos con la falsa visión de hidalgos castellanos de que eso es una ofensa para el buen gusto. Otra, para quien pueda, puede ser internacionalizar proyectos, algo que, según se verá en ese próximo reportaje sobre profesionales españoles de las artes escénicas en Londres, a lo mejor no es tan imposible como se piensa.
Espero que estas reflexiones las podamos compartir con muchos de vosotros en Mercartes. A quienes estas páginas les lleguen después de que se haya celebrado la cita sevillana les emplazo a nuestro número de diciembre: allí ofreceremos el resumen de lo más importante que se dilucide en Sevilla.
Jesús Rodríguez Lenin
Editor
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